lunes, 10 de febrero de 2014

El Ladrón de Almas (1)

  

Día 2.   

 Las cloacas son tranquilas comparadas con el bullicio de la ciudad exterior.  A medida que bajan, el tronar de las ruedas de los coches en el asfalto queda amortiguado y se perciben, en cambio, otros ruidos, más silenciosos pero más inquietantes: ondas en el agua fétida, goteo de tuberías, chillidos de roedor...
        La peste va en aumento y no es ya el hedor propio de la zona, es algo no natural.  Por lo menos así lo siente Jador que, con los ojos bien abiertos, traspasando la oscuridad con su visión lobuna, está a punto de perder el control sobre sí mismo.  Las cloacas son un laberinto pero no hay rastro que no pueda seguir un Garou, y se dirige sin titubear hacia el origen del mal.
        Jenofonte también siente el peligro pero para alguien inmortal el peligro es relativo.  Su especie valora más otros instintos y cualidades antes que ese afán mortal por sobrevivir.  "Son lentos estos dos", piensa, podría adelantarse pero necesita a Jador, el lobo.  Y se ríe por lo bajini.  En sus años mozos de vampiro, nunca hubiera imaginado semejante coalición.  Tanairy, el cazador, ha vuelto a tropezar.  Suerte del vampiro que lo agarra veloz por el cuello de la chaqueta y evita que acabe chapoteando en las aguas oscuras.  Son tan frágiles los humanos, con los sentidos tan atrofiados...

        Atención, se detienen ante una reja medio oxidada que está abierta...  Más allá una puerta de madera.  No han llegado tan lejos para quedarse mirándola.  La abren...  En la gran sala con decoración renacentista, un hermoso tapiz en el suelo a modo de alfombra, parece contar una historia con los dibujos bordados.  Al fondo, un ataud.  Alguien está durmiendo... O estaba durmiendo hasta que le han despertado...
       Se abre el ataud y aparece un Tremere muy poderoso, así lo siente Jenofonte en su sangre fría y así se lo dice su sabiduría.  Él solo no podría vencerle...  ¡Y es de día!!  Maldita sea, imposible llamar por refuerzos (qué gran invento el teléfono móvil, mejor que la telepatía).  Pero el lobo no piensa tanto.  Ha estado controlándose pero ya no puede evitarlo, su sangre hierve de ira y da paso al animal que lleva dentro, a la bestia suprema, al crinos.  Es ahora un lobo gigante dispuesto a atacar a su enemigo.  Tanairy hubiera salido corriendo ante la sola visión de tanto monstruo junto pero es fuerte... o está demasiado loco.
       Todos preparados para el ataque cuando, de pronto, el Tremere, sonriendo, se pone a aplaudir:
       - Maestro... No sabía que hubiéramos pedido comida a domicilio, jajaja - su risa es profunda, resuena con eco por la sala y sobrecoge el alma del cazador.

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