miércoles, 19 de febrero de 2014
El Nosferatu filósofo pacta con el diablo
Jenofonte se encuentra totalmente solo en la sala pero la voz le sigue hablando:
"Mi querido hijo, yo soy tu padre primero. Quiero devolver la luz del día a todos mis hijos y daros el mundo que siempre hubo de pertenecernos. Vuestro beneficio es mi beneficios. Juntos seremos grandes, los únicos.Acepta mi voluntad y camina bajo el sol de mi mano".
- ¿Sirve tu voluntad a la verdad, a la justicia? No veo porque no recuperar el sol, la luz del dia, pero, ¿a cambio de que? Todo tiene un precio, y estoy dispuesto a pagar sólo hasta un cierto punto - habla en voz alta el Nosferatu frunciendo el ceño.
"Sirve a nuestra verdad y nuestra justicia. Sólo te pido lealtad a mi causa, que es la de tus hermanos, mis hijos".
- No quiero cambiar un principe por otro, no soy esclavo de nadie ni pretendo serlo, te seré leal siempre que tu causa sea justa.
"¿Qué hay más justo que recuperar lo que por derecho nos corresponde? Y dijo dijo Dios: Andarás por la Tierra sin hogar y nadie podrá tocarte, pues será siete veces castigado".
- En lo que dices estoy de acuerdo, es por lo que no dices por lo que expreso mis palabras, para que sepas quien soy y lo que estoy dispuesto a hacer, y a lo que estoy dispuesto a renunciar si fuese necesario, estoy contigo pero no como esos vampiros que sirven como esclavos a otros vampiros y renuncian a su voluntad y a su alma a cambio de protección, vicios, sentirse alguien, etc.
"No quiero esclavos ni siervos, pues el hijo ama al padre por propia voluntad."
- En ese caso estamos de acuerdo, colaboraremos para recuperar la luz del sol para nuestros hermanos.
¿Qué ha sido de los dos que me acompañaban?
"No son mis hijos, de ellos sólo puedo alimentar mi cuerpo pero no mi alma inmortal. Mi cuerpo está saciado".
- He oido que Julio Cesar ha ofrecido una recompensa por tu cabeza, ¿que vamos a hacer con él?
"Él también es mi hijo pero si está contra mí, le daré la espalda. ¿Aceptas mi sangre, joven Nosferatu?"
- ¿Aceptarás tu la mia? Seremos aliados, sin señores ni vasallos, donde se medirá a cada uno sólo por su valor y su mérito.
"Acepto tu sangre y tu lealtad"
La voz habló y luego calló. Jenofonte se siente de pronto pesado, como si la gravedad le atrayera, En sus recuerdos de humano era así: el cuerpo era una carga mientras el espíritu ansiaba velocidad. Las piernas le fallan y dejan de sostenerle, cayendo redondo al suelo. No puede moverse pero nota cada átomo de su cuerpo inmortal revolucionarse, adquirir vida propia, quejarse, chillar... Oh, el dolor. ¡¡Ese horrible dolor!! Tras el primer momento de angustia, entiende que no ha de luchar contra lo que sea que le esté haciendo el Ladrón de Almas y trata de separar su mente de su cuerpo. Separar la mente... separar la mente para eludir el dolor... Casi lo consigue cuando, de pronto, siente que su sangre se evapora en minúsculas lágrimas. Fluyen a través de los poros de su piel, elevándose... Una sombra sobre él las abraza y va tomando forma corporal. Le está absorviendo la vitae, demasiada vitae. Pero antes del fin, se detiene. Jenofonte no puede verle bien, sólo nota los gélidos dedos del Ladrón abrirle los labios y darle a beber de una pequeña copa.
Bum!! La nueva sangre recorre su cuerpo en fracciones de segundo y le devuelve la vitalidad. Más que eso, vuela, y a sus pies está el universo entero, todos los secretos que siempre quiso conocer, el conocimiento divino...
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