La fiesta era tan interesante como podía esperar de ella y
tenía dos opciones, rascarme la nariz o buscar alguien con conversar, cosa poco
sencilla pues los temas de conversación interesantes no era muy abundante entre
tanto objeto de museo, de museo de cera diría yo. Con mi viejo amigo Zacarías
no era el momento, teníamos que intercambiar algunos volúmenes y quería
consultar su biblioteca particular para tratar de averiguar sobre el tapiz unos
detalles que me intrigaban. Aún iba a tener suerte, ahí estaba sentada Alankar,
la eterna muchacha, sola como casi siempre, su aspecto no la ayudaba mucho,
pero me caia bien porque el mio tampoco me ayudaba a mi, aunque no me afectaba
como a ella.
-Alankar, lo bueno de que te dejen sola es que no tienes que
aguantar sus interminables aventuras absurdas y aburridas.
-Jenofonte, me alegra verte, me pone nerviosa toda esta
gente.
-Casi como a mi, cuando estoy mas de una hora con ellos
empiezo a envidiar a todos los viejos amigos que ya han muerto.
-Jajajajajaja, menos mal que has venido, no crei que te
fuese a ver, se que no te gustan estas reuniones.
-A ti tampoco, pero era necesario, algo va a cambiar en esta
ciudad y no me puedo permitir quedar al margen.
-Yo también lo noto, y lo deseo, no me puede ir peor, aparte
de ti y los tuyos los demás me tratan como una mascota salida del circo, cuando
soy tan antigua como ellos, incluso fui tan poderosa pero me veo en el espejo y
he acabado dándoles la razón, y no me gusta.
-Cuando todo ocurra necesitaré contar contigo, y necesitaré
que cuando te mires en el espejo no veas la forma sino lo que eres realmente,
ya sabes de lo que te hablo, te necesitaré ti y todo tu poder desatado, no te
quiero limitada por absurdos complejos, ya no eres una niña por mucho que lo
aparentes.
-Siempre contarás conmigo, somos amigos y eso hacen los
amigos, además te debo mucho, sin ti hubiese acabado loca.
-Silencio, siento una gran poder acercarse.
De pronto, una de las cristaleras se hace añicos y el
viento helado entra con fuerza en la sala apagando las velas y revolviendo
ropajes y cabellos....
- ¡Tú! ¡Cómo te atreves!
Julio Cesar se levanta y dando un golpe parte la gran mesa en dos.
Julio Cesar se levanta y dando un golpe parte la gran mesa en dos.
- Su sangre puede devolvernos la luz del sol y contra ese
poder, querido Julio, ni tú ni toda Roma junta puede vencernos. ¿Quien juega en
mi equipo?
- ¡Yo! - exclama Wasim, el Ventrue, que no ha olvidado el rencor -. ¿Quien más se une a mí y a Kefren?
- ¡Yo! - exclama Wasim, el Ventrue, que no ha olvidado el rencor -. ¿Quien más se une a mí y a Kefren?
-Alankar, será mejor que abandones este lugar, se va a poner
la cosa muy fea.
-¿Vas a ayudar a Julio o al Kefrén?
-No pienso ayudar a ninguno de los dos, mi pacto es con el
ladrón, si hay suerte matarán a este idiota, no le echaría de menos, no me ha
gustado nada lo que ha hecho con la muchacha, aunque fuese una humana merecía
un respeto, y Julio también, pues es su casa. Ese Kefrén no conoce la
educación. Salgamos por esa ventana mientras nuestro “amigo” distrae la
atención.
-Pero a ti no te afecta mucho lo de sol, no puedes ir
mostrando tu aspecto ni de dia ni de coche, tu lugar está en las sombras, como
yo.
-La luz de sol es una debilidad que puede matar, y si puedo
eliminarla lo haré, pues eso me hará mas fuerte, nos hará mas fuertes a todos.
Aquí también luchan por el poder, y esa lucha ya no va conmigo, de momento.
Vamos, salgamos y desaparezcamos, estaremos en contacto, he de ir a un lugar.
Salieron por la ventana mientras en el salón todo era un
escándalo de voces y gritos, mejor, así no se darían cuenta de su fuga, y
desaparecieron en la noche sin que nadie les siguiese.
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