¿Por qué no gritas? El grito ayuda a mitigar el dolor, me has pedido
que use las cadenas de la “opresión” de tu cuarto, y apenas las has
movido, me pides que te preste de mi sangre y no me has usado, ¿Acaso
debo preocuparme por ti esta vez?
El hombre, sentado en el diván
frente al lecho de ella, termino de hablarle dejando notar en su tono de
voz, rastros de exasperación, descruzo los brazos caminando lentamente
hacia ella, a un costado de la cama en el piso, libero los eslabones de
las cadenas que sujetaban los tobillos de Medea, tirando con fuerza
frente a ella los candados, en un intento vano de lograr una reacción de
parte suya, y solo fue hasta que intento tocar los candados que le
sujetaban las muñecas que obtuvo una reacción que no esperaba.
-
Gritar, ayuda a mitigar el dolor en los humanos, yo hace mucho que no
encajo en esa configuración, soy un hijo de la noche - Con la mano que
el intentaba liberar, aun sujeta por las cadenas, le toma por el cuello,
acercando su rostro cerca al suyo, hablándole en susurros, apretándole
el cuello cada vez un poco más.- Soy tu enemigo antagónico Eugene, la
humanidad y candidez que someten a tu raza, te mantiene acá conmigo, te
conmino a ser un buen chico, no olvidar eso y hacer exactamente lo que
te he pedido – Le espeta, arrojándolo con fuerza lejos de ella, haciendo
que se golpee contra las puertas de su aposento, dejando el sonido
sordo del impacto en el aire, como eco, marcando el silencio y dándole
tiempo a que se incorpore y arregle sus ropas.
- No lo olvido Medea,
que te ocurre entonces, las cadenas, son para contenerme a mí – se
retira los guantes de cuero de las manos, mientras camina hacia ella
dejándolos sobre la cama, acaricia los eslabones de una de las cadenas,
para luego apreciar la enrojecida piel humeante de sus dedos. Es una
tontería, sin ofender, que te encadenes, estas no te retendrán en
absoluto, ¿Acaso temes, hacerme daño, señora?, tus simbolismos dicen más
que tus palabras, ahora necesito que me expliques circunstancias, para
ayudarte a conservar tu alma maldita dentro de ese cuerpo inmortal.
- ¡Oh dios mío!, tienes razón, te lo resumiré, lo mejor que pueda.-
sonríe mirándolo- He bebido de un néctar que me permitió broncearme bajo
el sol, ¿Recuerdas?, no es común que nosotros hagamos eso, el precio
para tal delicia, fue la sed, de la fuente que vino, una obligación, de
obedecer, sin pensar, y un castigo doloroso si se atreve uno a evitar
beber … como vez, el dolor es grande, tan grande, que casi todas mis
voces, están gritando que ponga fin a este dolor, y que consuma todo, y a
todos los que me rodean. Mi sangre hierve Eugene, se consume, pero solo
es una alucinación, lamentablemente el dolor no, Tomare de tu sangre,
cuando cese el dolor… ya falta poco….arrójame esas llaves…- le extiende
las manos, haciendo tintinear las cadenas en su movimiento. Eugene, la
mira sorprendido, un momento antes e arrojarle las llaves y avanzar
hasta sentarse al lado suyo, mirándola, abrir los candados y dejar hacer
los grilletes y las pesadas cadenas.
- Cuidare de ti, hasta que te
recuperes, luego marchemos con el teatro a Europa, pon tierra y agua de
por medio, no hay nada que la distancia no haga menos doloroso, toma lo
que quieras, te debo la vida, si es lo que necesitas para volver a tu
normalidad, eres libre de tomarla.- Le extiende el brazo, descubierto
hacia ella.
- La distancia, de los de tu raza no hace que dejes de
ser uno de la manada, viste a ¿Jadore?, es muy joven para darse cuenta,
pero te aseguro que a la vieja loba, no sé él ha pasado desapercibida tu
esencia, cuando me vaya de acá, muerta o no, eres libre de regresar
donde los tuyos, o irte a recorrer el mundo, te libero de tu deuda.
-Asiente, tomando el brazo de Eugene apartándolo – Oh por favor esta
vez, tiene que ser especial- sonríe, sentándose sobre su regazo
hundiendo los colmillos en el cuello de su vasallo.
- No es tan sencillo – Responde cerrando los ojos y dejándose llevar.
Abrió los ojos, estaba solo, tendido en el lecho, al lado suyo, un
paquete con documentos y una nota: “No me extrañes, me voy y si no
regreso en 2 noches vete”.
Ella caminaba, lentamente, recorriendo
las cloacas, en la búsqueda del centro, el corazón, del hedor, todos
estaban ocupados, moviendo los hilos de la guerra, otra más, pensaba,
riendo, mientras, dejaba huir a una asustada rata con la que estaba
jugando desde hace dos kilómetros.
- Al final de este pasadizo esta
nuestro objetivo, que harás Medea cuando lo veas?, le dirás que lo
quieres, que lo detestas, que te causa risa o interés. Que es cierto
¿todo y nada?, lo único cierto, es que la casa esta vacía, y en algún
lugar de esta, descansa el ser que necesitas ver; todas sus dudas de
cualquier modo, tendrán fin.
Ha llegado hasta el centro del salón,
debajo del tapiz, Donde empezó todo, ha de acabar, si Kefren es
poderoso, ella también, Su incertidumbre era grande
- ¿Por qué
escogiste a Kefren?, él quiere tu poder, yo busco conocerte, acaso es
¿La ambición?, ¿las ansias de destrucción? o acaso es el yugo de un
forzado letargo. Eres capaz de dar tu sangre por voluntad, o solo
puedes esperar a ser drenado, ¿Importa quién lo haga?, muéstrate y
déjame saber cariño, ambos sabemos que será placentero.
Una fuerza
extraña, le atrae, hacia, un rincón de la habitación, un tapiz largo,
colgante se lucia, sobre la inmensa pared, cubriéndola casi por
completo, la misma, que empezó a rasgarse, mostrando lo que detrás
había, mientras Medea reía cada vez más alto, acercándose, hasta el
trono donde una silueta oscura, le tendía la mano.
- Supongo que no quieres que te la estreche ¿Verdad?, -Ríe, mientras, se arrodilla y bebe-


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