lunes, 17 de marzo de 2014

¿Por qué no gritas? El grito ayuda a mitigar el dolor, me has pedido que use las cadenas de la “opresión” de tu cuarto, y apenas las has movido, me pides que te preste de mi sangre y no me has usado, ¿Acaso debo preocuparme por ti esta vez?
El hombre, sentado en el diván frente al lecho de ella, termino de hablarle dejando notar en su tono de voz, rastros de exasperación, descruzo los brazos caminando lentamente hacia ella, a un costado de la cama en el piso, libero los eslabones de las cadenas que sujetaban los tobillos de Medea, tirando con fuerza frente a ella los candados, en un intento vano de lograr una reacción de parte suya, y solo fue hasta que intento tocar los candados que le sujetaban las muñecas que obtuvo una reacción que no esperaba.
- Gritar, ayuda a mitigar el dolor en los humanos, yo hace mucho que no encajo en esa configuración, soy un hijo de la noche - Con la mano que el intentaba liberar, aun sujeta por las cadenas, le toma por el cuello, acercando su rostro cerca al suyo, hablándole en susurros, apretándole el cuello cada vez un poco más.- Soy tu enemigo antagónico Eugene, la humanidad y candidez que someten a tu raza, te mantiene acá conmigo, te conmino a ser un buen chico, no olvidar eso y hacer exactamente lo que te he pedido – Le espeta, arrojándolo con fuerza lejos de ella, haciendo que se golpee contra las puertas de su aposento, dejando el sonido sordo del impacto en el aire, como eco, marcando el silencio y dándole tiempo a que se incorpore y arregle sus ropas.
- No lo olvido Medea, que te ocurre entonces, las cadenas, son para contenerme a mí – se retira los guantes de cuero de las manos, mientras camina hacia ella dejándolos sobre la cama, acaricia los eslabones de una de las cadenas, para luego apreciar la enrojecida piel humeante de sus dedos. Es una tontería, sin ofender, que te encadenes, estas no te retendrán en absoluto, ¿Acaso temes, hacerme daño, señora?, tus simbolismos dicen más que tus palabras, ahora necesito que me expliques circunstancias, para ayudarte a conservar tu alma maldita dentro de ese cuerpo inmortal.
- ¡Oh dios mío!, tienes razón, te lo resumiré, lo mejor que pueda.- sonríe mirándolo- He bebido de un néctar que me permitió broncearme bajo el sol, ¿Recuerdas?, no es común que nosotros hagamos eso, el precio para tal delicia, fue la sed, de la fuente que vino, una obligación, de obedecer, sin pensar, y un castigo doloroso si se atreve uno a evitar beber … como vez, el dolor es grande, tan grande, que casi todas mis voces, están gritando que ponga fin a este dolor, y que consuma todo, y a todos los que me rodean. Mi sangre hierve Eugene, se consume, pero solo es una alucinación, lamentablemente el dolor no, Tomare de tu sangre, cuando cese el dolor… ya falta poco….arrójame esas llaves…- le extiende las manos, haciendo tintinear las cadenas en su movimiento. Eugene, la mira sorprendido, un momento antes e arrojarle las llaves y avanzar hasta sentarse al lado suyo, mirándola, abrir los candados y dejar hacer los grilletes y las pesadas cadenas.
- Cuidare de ti, hasta que te recuperes, luego marchemos con el teatro a Europa, pon tierra y agua de por medio, no hay nada que la distancia no haga menos doloroso, toma lo que quieras, te debo la vida, si es lo que necesitas para volver a tu normalidad, eres libre de tomarla.- Le extiende el brazo, descubierto hacia ella.
- La distancia, de los de tu raza no hace que dejes de ser uno de la manada, viste a ¿Jadore?, es muy joven para darse cuenta, pero te aseguro que a la vieja loba, no sé él ha pasado desapercibida tu esencia, cuando me vaya de acá, muerta o no, eres libre de regresar donde los tuyos, o irte a recorrer el mundo, te libero de tu deuda. -Asiente, tomando el brazo de Eugene apartándolo – Oh por favor esta vez, tiene que ser especial- sonríe, sentándose sobre su regazo hundiendo los colmillos en el cuello de su vasallo.
- No es tan sencillo – Responde cerrando los ojos y dejándose llevar.
Abrió los ojos, estaba solo, tendido en el lecho, al lado suyo, un paquete con documentos y una nota: “No me extrañes, me voy y si no regreso en 2 noches vete”.
Ella caminaba, lentamente, recorriendo las cloacas, en la búsqueda del centro, el corazón, del hedor, todos estaban ocupados, moviendo los hilos de la guerra, otra más, pensaba, riendo, mientras, dejaba huir a una asustada rata con la que estaba jugando desde hace dos kilómetros.
- Al final de este pasadizo esta nuestro objetivo, que harás Medea cuando lo veas?, le dirás que lo quieres, que lo detestas, que te causa risa o interés. Que es cierto ¿todo y nada?, lo único cierto, es que la casa esta vacía, y en algún lugar de esta, descansa el ser que necesitas ver; todas sus dudas de cualquier modo, tendrán fin.
Ha llegado hasta el centro del salón, debajo del tapiz, Donde empezó todo, ha de acabar, si Kefren es poderoso, ella también, Su incertidumbre era grande
- ¿Por qué escogiste a Kefren?, él quiere tu poder, yo busco conocerte, acaso es ¿La ambición?, ¿las ansias de destrucción? o acaso es el yugo de un forzado letargo. Eres capaz de dar tu sangre por voluntad, o solo puedes esperar a ser drenado, ¿Importa quién lo haga?, muéstrate y déjame saber cariño, ambos sabemos que será placentero.
Una fuerza extraña, le atrae, hacia, un rincón de la habitación, un tapiz largo, colgante se lucia, sobre la inmensa pared, cubriéndola casi por completo, la misma, que empezó a rasgarse, mostrando lo que detrás había, mientras Medea reía cada vez más alto, acercándose, hasta el trono donde una silueta oscura, le tendía la mano.
- Supongo que no quieres que te la estreche ¿Verdad?, -Ríe, mientras, se arrodilla y bebe-



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